SEMINARIO 2019:
Sexuación, goce y des-ser del analista
Encuentro y Clínica
El término “clínica” aparece cuando nos referimos a una presentación, una viñeta, un caso. La nombramos en el intento de recortar un fragmento de lo ocurrido en ese encuentro entre analista y analizante. En principio, es interesante que se la mencione en un recorte en tanto eso supondría que algo queda fuera, lo que implicaría un punto intransmisible del análisis.
¿Qué es la clínica psicoanalítica? se pregunta Lacan en su escrito de Apertura de la sección clínica:
“… es lo que se dice en un psicoanálisis (…) se propone decir no importa qué, pero no en cualquier lugar…”.
Cuando el paciente llega al consultorio se le plantea que asocie libremente, que “diga lo que se le ocurra”, regla fundamental que inventa Freud, es así que el dispositivo se pone en marcha. Por un lado, se trata del decir aunque eso no será desde cualquier lugar. Por otro lado, Lacan expresa que “lo dicho no se socia al azar”, suponemos que el inconsciente está operando pero la libertad respecto de las asociaciones es aparente.
“… el inconsciente, ¿es sí o no lo que llamé, en su momento, blablá?...”.
“… En la posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo que sea un decir, es decir que importe en lo real…”.
Resuenan el decir y lo real, lo dicho y lo inconsciente. El inconsciente como aquella instancia que conduce la cadena significante, lo cual supone que lo simbólico está funcionando y se despliega en tanto el paciente habla. Pero que el inconsciente esté comandando, no significa que nos guíe bien en la clínica psicoanalítica, en esta dimensión no encontramos más que un parloteo constante. Entonces, se podría decir que la escucha no será por esa vía.
Por su parte, lo real, en tanto algo irrumpe en la experiencia analítica:
“… la clínica es lo real en tanto que es lo imposible de soportar…”.
“… La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, a fin que den cuenta de aquello que su práctica tiene de azarosa…”.
Ahora bien, no se puede actuar partiendo del saber, como si supiéramos lo que allí ocurre. Cuando realizamos un recorte clínico o mencionamos una intervención analítica no se tratará de transmitir lo que se sabe de ese análisis, resaltando las mejores intervenciones o los avances del paciente. Quizás se trata del soportar que ahí no sabemos nada, y en tanto ese lugar opere, algo del decir se producirá. El interrogar supone agujerear el saber y el sentido. De esta manera, se posibilitaría el dejarse tomar por lo que en esa experiencia emerja que, como señalamos, es una experiencia un tanto incierta.
Interrogar al analista considerando este como un lugar, como efecto del análisis. Entonces, en esta práctica, se trata de los efectos.
“…el analista para tener efectos es el que, a esos efectos, los teoriza…”.
“… El psicoanálisis es una práctica delirante, pero es lo mejor que tenemos actualmente para hacer tolerable, esta incómoda situación de ser hombre. En todo caso, es lo mejor que encontró Freud. Y sostuvo que el psicoanalista nunca debe vacilar en delirar…”.
Es a partir de estos lineamientos que pensamos un espacio de formación posible. Un lugar donde se despliegue la dificultad de sostener la práctica analítica y la enseñanza del psicoanálisis que en tanto discurso hace obstáculo. Es por eso que apostamos relanzar el trabajo en el encuentro con otros, cada vez. Como diría Lacan, la experiencia clínica nos conduce y es desde ahí que fundamos esta Asociación Psicoanalítica llamada Encuentro Clínico Lacaniano.
Belena Tauyaron